lunes, 26 de mayo de 2008

Llegan hoy las noticias de mañana
escalofríos
pronostican heladas,
y yo que me siento tan sin capucha.

Podía abrazar el invierno,
en mi cama, entre sus manos.
Pero atravesada por el viento
me han abandonado los encabezados.

En mi cuarto hasta se vislumbran los cubitos de hielo.
Puedo desaparecer
tras una nube de tormenta.

Distancia.

Aplastados los cuerpos,
incendiados, ahogados y evaporados.
Si vos te vas, yo también me voy.

Tantísimo frío,
creo que se me escarchan las ideas,
y me temo que contagio.

Mochila al hombro, me llevo a suceder el invierno.

domingo, 25 de mayo de 2008

Porque el tiempo no tiene espacio

Se lo cuento porque no cree en el psicoanálisis pero tampoco descree de la complejidad del sujeto. Eso y que no registra culpas.

Ni juicio ni castigos.

Ya hemos sido fusilados, dice, mucho antes de cruzarnos acá. Vos y yo, que sin existir nos venimos a encontrar más allá de las derrotas, habiendonos dejado perder todas las batallas. Exonerados.

Así, transparentes de limpios, se nos permiten las recreaciones paranoicas y los límites de la simbolización, las guirnaldas de palabras con las que bailamos el ula-ula.

Obviamente, no nos tocamos. Le escapamos a lo mundano por la cornisa, para seguir siendo columnas en edificios malgastados, para mantener las ruinas, para no olvidarnos.

sábado, 24 de mayo de 2008

Como Gretel, pero en lugar de dejar miguitas deja un reguero de pólvora. Un camino zigzagueante del que ya no puede divisarse el principio. El origen puede ser irrelevante, hacia adelante el campo abierto. Me detengo y no sé cómo continuar, pero tampoco importa.

Soy de plástico. Soy un resto de historia. No soy nada.

No se trata de adicciones, se trata de hobbies.

Si mi cuerpo supiera adaptarse a los hábitos de mi alma, mi vegija sería mucho más grande. Si no fuera porque tengo que hacer pis, no me levantaría nunca de la cama.

Cualquiera diría que es un fin de semana más, yo, sin embargo, creo que he logrado evadirme y he descubierto un poco más sobre el patetismo de nuestro día a día y las colectivas aspiraciones de universos paralelos.

Un poco más sabia, más limitada, más resignada, más valiente y más enajenada.

Bestiario

Urgencia de codificación. Los significantes son como duendecitos con cara de malos, que me agarran de las patas, de los pelos, de las orejas, de las uñas y las pestañas, y tiran cada uno para su lado. Y siento que si no empezamos a trabajar juntos, difícilmente vayamos a decir nada. El lenguaje tiene que empezar a colaborar un poco, por lo menos a la hora de hacer sistema.

Si no hay equipo me disperso.

The Doors

La puerta estaba abierta. Jugaban en el piso, sobre la alfombra. Se arrancaban pedacitos de piel con una gillette y se los comían. Se lamían las heridas y se reían del otro cuando lloraba. Se pintaban la cara con sangre e imitaban animales. Se mordían despacio.

Me acuerdo de cuando me dolía.
La puerta se cerró.
Lowenstein se niega a dejarme ir.
No me apena, tomará un tiempo hacerle entender que ya esto ha tomado otro caracter. Luchamos. Lowenstein es la defensora del inconsciente, se acerca con enormes pancartas de manifestación, que vea, que escuche, que no reniegue de él. Y yo lo intento, pero no sé hasta qué punto creer en todo esto...

Soy un poco fiaca, es verdad.

Pero también es cierto que la vagancia tiene siempre resultados positivos... porque, en el peor de los casos, al menos te has ganado el ocio malgastado, y eso, en un mundo como el actual, es bastante.

Ocaso

Pasillo. Corriente. Camino entre tacuaras.
Viaje al cerrar los ojos. A donde quiera.
Me acosté a recorrer el mundo, a abrigarme un poco de tanto afuera ventoso.

Una burbuja. Un cuarto. Una cama roja, rodeada de cortinas de baño con peces de colores y olas celestes. Mesa de luz de linoleo negro. Lámpara de lava anaranjada. Un teléfono con forma de zapato de taco. Humo de noche arenosa, de viento de playa, de satisfacción garantizada o le devolvemos el importe de su compra.
Sobre la cama la playa, o la carpa y la montaña, o el atardecer entre verdes muelles. Sobre la cama las reuniones entre verdades. Sobre la cama yo con mis fantasmas, con mis citas de múltiples escenarios e interpretaciones, con mis fantasías animadas de ayer y hoy, con mis cuadrículas y desprolijidades.

Sobre la cama... me voy a quedar nadando en la totalidad, dije, sobre la cama.
- Bueno, yo me voy a ir yendo- dijo, sobre la cama.

Cuando puedo dejarme sola no asusta.

- Está bien, dije, y cerré la persiana.

No hero in her sky

Encuentro los caminos para disfrazarme, para fluir, poder extinguirme un poco.
Me gustaría pudiera regalar mis años, como quien entrega un presente. Quedarme con algunos meses, un par de curvas más, y tranquila por la puerta que se me indique.
Obediente.
Desvestirme, saludar con la mano... alguna parada a mirarme llorar en el espejo para generar clima de eternidad, digo, que al fin y al cabo todo queda acá, inacabado, incompleto, indeciso... Y entonces la partida.
Me despediría en varios idiomas, como para decir adiós a todos los retazos.


(A veces me siento como cortina de almacén, dura y en tiritas, atravesada con cierta repugnancia).

Me conflictúo y me delibero con mi propio odio y con la fascinación que me genera. Y me escribo porque me siento un personaje de un cuento que no escribo porque me aburre desesperadamente y me hace desear una muerte de planta olvidada sobre la ventana en verano... seca, sedienta, inmovilizada, quemada como desde lejos por mi propia lupa.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Retorno in memoriam

Como el amor que llega a destiempo, ese que se añora inútilmente y aparece un día, cuando ya se había olvidado, ofreciendo su corazón desamparado y con una nueva etiqueta...
Así nomás, de repente, se hace presente, para manifestar que el único cobijo de su alma sería apaciguarse junto a la de una.
Entonces sobreviene esa melancolía, ese reconocerse alejada, ese deseo pasado por aguas y puentes. Da gracia la ironía, porque como se está ya ajeno uno puede darse el lujo de reírse.

Pero la injusticia viene acompañada de saber que el deseo actual, el propio, el del demandante que fuera alguna vez acusado también, cualquiera, es tan azaroso que se vuelve insignificante.
Late frente a una la oferta, y degustar es una opción... pero tan desapasionada que da lástima no poder sacar de un bolsillo una cajita de fósforos y prenderse fuego.
Puede ser un simple acto de consistencia, o de pequeño triunfo del amor propio... tomar lo que se entrega, aunque sepa a manjar que lleva demasiados días en la heladera.

Pena por lo efímero, por el desapego, por lo que no fue y por lo que es.
Envidia, también, frente a quien cree en sus motivaciones y arde en deseo, aunque más no sea para autoconsumirse.



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