lunes, 18 de agosto de 2008

...





...


- Te está costando en serio- me sorprendo observando en voz alta.
- ¿Me estás haciendo un berrinche?
Puede que sí como puede que no. Y qué cara pondrías en cada caso.

Quizás ayer, cuando abandonaste la cama en busca de una ducha, debería haber bastado como explicación. Quise pensar que hay momentos, que todos necesitamos algo de soledad... pero vos no sos yo, no aplican las mismas reglas.

Día dos y estás absolutamente cansado.
Berrinche o no, me veo tentada a decirte que a veces te quiero tanto que preferiría no volver a verte más, así de mucho temo que me dejes.
- qué cursilerías patéticas se me ocurren-

Me río, porque nada está tan claro.

martes, 12 de agosto de 2008

Camino en círculos.
Creo que a pesar de todo me morí un poco en el ínterin. Mi vida es un lento suicidio indeciso. Evitando la cobardía tampoco me envalentono. Simplemente el mundo se sucede y yo me enojo cada día un poco más por cada vez menos.

Parto cuando la huella puede seguirse en el suelo, cuando mi ansiedad ha dejado marcado mi circular.
Afuera nada logra apaciguar, tampoco, esto que me carcome, dedo a dedo. Felicidades, me digo, mientras me doy una palmada. La alegría de vivir se compra en kioscos que no frecuento. Los que me quedan de paso solamente me venden puchos y tengo que pasar por varios para asegurarme de que no sean falsos. Acumulo cigarrillos falsos, infumables.
- ¿Tenés Philip box?
- Tomá
- Bueno, no gracias.
Hasta que alguno me genera un poco más de confianza y hago la pequeña apuesta de $3,70.
Me siento el hombre de los lobos. De nada sirve que me justifique. Que mi desconfianza esté sólidamente justificada, no cambia el hecho de que estoy paranoica.

Tras meses de discutirlo, he logrado que la Dra Lowe me deje ir. Voy por la semana tres y he decidido volver. Tengo motivos para elegir volver a sentarme con ella a no poder decir nada, pero que sean los mismos que antes hace que dude de que esta vez vaya a funcionar.

Qué más da.

martes, 5 de agosto de 2008

Cansada de notar la suciedad pegada en cada superficie de la casa, como si las manchas me apelaran, no ese posarse en lugares gracias al paso del tiempo, sino ese llamado, una advertencia, un gatillo de mis manías.
Cansada de tener que recordar tantas contraseñas, me dificulto mis propios accesos con números extraños y letras desinventadas. Más cansada aún de recordarlas.
Cansada de no encontrar libros entre mis libros, tanto anotar, agendar y organizar tirado a la basura cuando se pierde algo que obviamente se puede adquirir pero ya no será lo mismo y para qué lo querré si ya lo tuve y lo perdí y, sobre todo, si ya lo leí.
Cansada del collar de plomo que llevo al cuello, que delata el peso de los días, y mi incapacidad para desanudar nimiedades.

Cansada de volver siempre a estar cansada de lo mismo.
Cansada de estar cansada de mí.
Cansada de saber que no mejoraré descansando.