sábado, 16 de febrero de 2013

Anacronismos

¿Cuál es la diferencia entre un clásico, un cliché y un leit motiv? ¿Qué hace que algunas recurrencias sean inmortales y otras simples regresiones? Pero, sobre todo, cuáles puedo permitirme y cuáles (ya) no.


Llegada cierta edad (no soy vanidosa, estoy hablando de mis más de 31 años) siento que hay cosas que hice demasiadas veces... y no puedo evitar preguntarme porqué algunas parece que debiera eliminar del repertorio, mientras que otras están autorizadas a repetirse en un loop eterno.


Postear entradas esporádicas en blogs puede pasar de moda, emborracharse sola es un clásico. Random sex with random people es un leit motiv, extrañar al ex un cliché. Y así.


Sin embargo se cuela una figura más definitoria, el anacronismo... y una exigencia mayor cobra vida, una demanda de sentido independiente de toda relativización, una valoración de Cronos que anula todo. Como cuando hay que largar el chupete. Entonces parece que hay que decirle basta y adiós a algunos recursos, sin más explicación que eso, sin más razón.


¿Se puede realmente ser anacrónico en la propia vida, cuando estamos necesariamente insertos en nuestro propio tiempo? ¿No me estaré pidiendo demasiado?


El carnaval debe haber dejado suelto un desfile de memorias y muertitos, porque me siento invadida por elementos que enmudecieron años atrás... y me reconozco y no al mismo tiempo. Pero eso no cambia: el tiempo. Es (soy) en este tiempo, mi único posible. Y simplemente por eso, no puede ser un anacronismo.


Termino la copa de vino y me lo permito, me dejo deambular un rato más entre fantasías que deberían haberse agotado ya, según algún manual que no comparto (el mismo que dice cuándo hay que empezar a controlar esfínteres).


El gen melancotango argentino, soy retro de mí misma. So what?





.