viernes, 14 de noviembre de 2008

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Estuve sin internet en mi cama (sí, soy re fiaca), así que el viernes dejo lo que escribí el lunes, en la cama, sobre lo que me dejó el camino de regreso de lo de Lowe.

(Los viajes hacia y desde lo de la mal-amada doctora Low-how-lowe siempre tienen algo. Quizás simplemente porque son largos y en horas pico, quizás porque estoy cansada y mal predispuesta... o porque me quedo pensando.)

(Lo del otro lunes no lo puedo contar, me desapalabró de sopetón y permanecí asilenciada en lo de la doctora hasta que florecí en llanto como si me acabaran de conectar, me prendí - y desprendí- de lágrimas)

...


Hoy el chofer del colectivo le pegó a un señor no sé bien porqué, porque yo estaba escuchando Mi Música.

Fue una escena violenta.

De repente sentí que alguien atrás mío emitía unos raros lamentos. Giré la mirada. Una nena asustada, que probablemente no entendía mucho... o sí. Yo no entendía porque tenía auriculares alegres... ella era testigo, inevitabilidad escópica. Una mierda.

No pasó a mayores, el discriminado y golpeado borracho despreciado descendió. Y la nena se calmó. La señora que estaba a mi lado le tiró algún "no pasa nada, tranquilizáte, está todo bien". Y yo no dije nada de nada... de nada... Busqué un palito de la selva que tenía en la mochila para dárselo a la piba pero me dió vergüenza. Pensé que no se deben aceptar dulces de extraños. Recordé.

"Pobre nena", me quedé pensando cuando ella bajó del bondi. ¿Cuánto tardará en llegar a su casa? ¿se encontrará con brazos, palabras, silencios o golpes?
Me pensé madre, recibiendo a la nena angustiada, desilusionada y asqueada del mundo.

Cómo se convive con el miedo a lo que no se puede controlar? Un hijo tiene que hacer su propio camino, dicen. No sé si sería capaz de permitirlo. Es posible que no logre ser madre.

Impulso que supe controlar: llamar a mamá para intentar entender cómo se podía hacer semejante cosa, cómo se podía dejar hijos librados al mundo, cómo se podía confiar en que estaban preparados.
No estoy preparada, no puedo entenderlo.

Me quedé con ganas de abrazar a la nena porque también tuve miedo y me asusté... también estuve al borde de las lágrimas.



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Hazañas

Lo tenía en un frasquito, dentro de un cajón. A veces lo llevaba en un bolsillo. Junior, lo había bautizado. Era del tamaño de la uña de un dedo meñique masculino. Junior, el gusano.
Él lo había gestado en su omóplato, a pesar del dolor que implicaba hacerle de casa y comida.
Junior se hacía camino a mordiscones y Augusto se rascaba sin enteder demasiado, perplejo ante lo inaudito del huésped.
Una noche no soportó el dolor, y se lo advirtió: introdujo un alfiler en la herida, justo cuando Junior salía a respirar. Junior se apresuró al cálido interior, avanzando hacia el hombro derecho.
Al día siguiente Junior aceptó la derrota y se asomó a la superficie del hombre, enceguecido por la luz. La doctora lo capturó prestamente, y fue a dar a un frasquito en un cajón, como una especie de trofeo... como lo máximo que puede parir un hombre.

...

y poder decir, tranquila nomás, que ya no me importa.

domingo, 2 de noviembre de 2008

A medida que pasan las horas queda en evidencia la distancia entre las intenciones y el deseo... Y todo eso que yo quisiera hacer por mí no es ni de cerca lo que ansío en este instante.
Hay decisiones que se pelean constantemente... como dejar de fumar, por sólo citar un ejemplo fácil.