viernes, 22 de octubre de 2010

Tengo un nudo en el pecho. No puedo respirar. No se pasa con alcohol.

Camino hasta el final del muelle, de cara al mar. El viento me desviste y no puedo abstraerme de la inmensidad del agua. Dudo un momento, no sé si me asusta más el mar o los enormes edificios que lo miran desde la costa. Es la profundidad, es esa interminable cantidad de agua, es ese mundo escondido por metros y metros.

Lloro. No puedo evitarlo... el agua salada es contagiosa, el mar es de llanto y hago mi aporte.

"No puedo más de no poder más" recuerdo...
Siento que estoy vieja para seguir merodeando los mismos vecindarios.
Inútil irse lejos, sino se sabe nada de uno, sin saber a dónde se está.