sábado, 4 de febrero de 2012

Mi primera sesión - 2012

Demasiado para ser real, demasiado para una primera sesión. Nadie dijo que fuera a ser fácil...
Ilusa yo, que llegué en tan mal estado, en tal nivel de desesperación, que pensé que la mera presencia sentada frente a una, afirmando con la cabecita cada tanto, tomando un par de notas al ritmo del "ajam... ajam..." iba a ser suficiente. No esperaba genialidades, pensé que el espacio de escucha en sí iba a bastar (al menos por hoy).

Claramente la culpa es mía. La Dra. Lowe me tenía muy mal acostumbrada... (dicho sea de paso, se merece una disculpa).

Quizás el error haya sido justamente ese, que en lugar de conformarse con la cabecita que sube y baja, como la de esos perritos de plástico que ponen en los taxis, quiso hacer el comentario acertado, la pregunta justa, o tal vez fue simplemente el hecho de que abrió la boca y habló.

No quise prejuzgar, quise ser madura, adulta, open-minded. Al entrar a ese consultorio por primera vez -que no parecía un consultorio sino un escritorio con algunas sillas de más- vi la foto de Juan Pablo II, la cruz, un angelito de espejos... y me contuve, me repetí que no tiene nada que ver que creamos en cosas diferentes, que eso no la descarta ni invalida como analista, que no tengo que ser hueca, que tengo que aprender a escuchar, a conocer, a dar oportunidades más allá de mis prejuicios. Me lo repetí varias veces, ajustando la cola al silloncito de mimbre que me dijo que ocupara, y que a pesar de ser cómodo o quizás por serlo tanto, dejaba a descubierto mi panza que reclamaba no sé qué rechazo visceral... Combatí el impulso a salir corriendo, a excusarme en alertas meteorológicas o simbólicas y a correr. En una demostración de compromiso total con la búsqueda de mi bienestar psíquico me quedé sentada, respondí y traté de hablar, de elaborar, de explicar... pero sus comentarios superaron ampliamente mi expectativas. No pude evitar decidir no volver a ese lugar, mientras la escuchaba opinar sobre mi vida, profundizar, preguntar, intentar entender...
A modo de homenaje, de evento de despedida, cito algunos de los diálogos -descontextualizados, para respetar el secreto profesional - que la inmortalizan en la nómina de mi historia psíquica.

2012.1.1
-No tenés tonada- afirmó un poco confundida.
-Es que mis papás no son misioneros, son de acá, en casa no se hablaba misionero...-
-pero...- pausa -... es español, ¿no? o sea, no es eso que hablan en Urummm... Paraguay...-
-¿Guaraní? No, claro, es español, pero me refiero a "lo misionero", a la tonada, las palabras, la dieta... esa herencia cultural no era parte de mi casa-
-¿No se mezclaban con los indígenas? digo, con los aborígenes.-
No tengo cómo reproducir mi cara llegado a este punto... -¿los locales?- consulto -los misioneros...-
-claro, una manera de decir...-

¿De decir qué, doctora?


2012.1.2
-¿Vos sabés quiénes hacen eso que hiciste? Son típicos los casos, las nenas cuyos padres reciben subsidios del estado, o sea, nenas que tienen los papás en prisión, o que los padres no están muy presentes... ¿ves alguna relación entre estas nenas y vos?-
¿Estaré escuchando bien yo? -... eh... mis papás trabajaban... y mi papá hasta está medio en contra de la asistencia social... no entiendo la pregunta, ¿la respondí?-

El famoso síndrome de la subsidiada y abandonada... o sobre lo barato que es hablar y lo caro que nos puede terminar saliendo el análisis.

Me pregunto si valdrá la pena todo esto y hasta qué punto estoy dispuesta a ingresar en la bizarra búsqueda de un nuevo analista.
Si me puso a escribir maldades al menos puede ser divertido, esto de tomarmelo con humor y empezar un racconto de mis primeras sesiones.

Gracias Angela.