martes, 5 de agosto de 2008

Cansada de notar la suciedad pegada en cada superficie de la casa, como si las manchas me apelaran, no ese posarse en lugares gracias al paso del tiempo, sino ese llamado, una advertencia, un gatillo de mis manías.
Cansada de tener que recordar tantas contraseñas, me dificulto mis propios accesos con números extraños y letras desinventadas. Más cansada aún de recordarlas.
Cansada de no encontrar libros entre mis libros, tanto anotar, agendar y organizar tirado a la basura cuando se pierde algo que obviamente se puede adquirir pero ya no será lo mismo y para qué lo querré si ya lo tuve y lo perdí y, sobre todo, si ya lo leí.
Cansada del collar de plomo que llevo al cuello, que delata el peso de los días, y mi incapacidad para desanudar nimiedades.

Cansada de volver siempre a estar cansada de lo mismo.
Cansada de estar cansada de mí.
Cansada de saber que no mejoraré descansando.