miércoles, 20 de junio de 2007

(la verdad es que no salí de casa en todo el día)

"Es que a una verdad no es posible contentarse con darle su lugar,
pues de lo que se trata es de tomar nuestro lugar en ella.
Ella exige que uno se tome la molestia. No se podría lograr
simplemente habitúandose a ella. Se habitúa uno a lo real.
A la verdad se la reprime"


Hoy me la pasé luchando contra mi condición genérica. Desde temprano esos calambres inmundos, que me habían obligado a recurrir a todo el laboratorio a mi alcance durante la noche. Casi no podía respirar y sólo deseaba que me amputaran todo el aparato reproductivo. Y si bien la convalescencia me compró un mimo en forma de galletitas, no encontraba la manera de detener ese caos de desprenderse y despedirse que ejecuta, de vez en vez, el endometrio. Finalmente pensé que estaba casi a salvo, me quedaba el último trecho antes de la cama, el ibuevanol, la siesta y la lluvia.
Hay situaciones que ameritan un dios macabro, relamiéndose los dedos o riendo, o ambos. Campera, sweater, polera, bolso cruzado, lluvia, gorro, gente, barro, tránsito, Constitución a las tres y media de la tarde es un pésimo lugar para que se te desabroche el corpiño.

Mujer, en una tarde de lluvia, llego a casa.
Tengo el presentimiento de que no volveré a ver a mis soquetes térmicos. Quizás no me merecía los pies tan calentitos (estoy lista para todos los golpes, siempre que me alejen de este dolor de ovarios tan ochentoso).