domingo, 11 de noviembre de 2007

No te aflijas, milonguita

Uno se va olvidando, se va acostumbrando. De repente, aquello que defendías puede darse por sentado... y a medida que pasan los años ya ni eso, puede modificarse, alterarse... Y llegás a creer que puede no ser bueno que todos manifiesten su contento o descontento, que preferirías un poco más de silencio aunque un poco menos de sumisión. Como si independientemente pudiéramos luchar por lo mismo y obtener algún tipo de resultado, como si todo esto no implicara que en algún momento vamos a tener que mirarnos a los ojos, a la cara, y creer en el otro y en sus motivos, creer en que hay límites, limitaciones, y algo que todos necesitamos... que cuando hace frío no es la culpa de nadie, pero que que lo sufran algunos es la culpa de todos...

O al menos creer.

Es verdad que tengo a mi alrededor abrigo suficiente para una temporada más en el Invierno. Sin embargo, algo de los vidrios empañados me dice que puedo estar engañándome, y que tanto abrazo puede estar vacío. Más allá de mis posibilidades de auto-abastecerme... está esa mano tirándome de las ropas, óbligándome a voltearme, a darme vueltas... Y da miedo que me ataquen, pero más me asusta este impulso a ofrecerse en sacrificio que me sale tan bonito...


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