domingo, 1 de julio de 2007

Confesiones coladas 2

Lo bueno de los domingos es que no explotan.
Sutil desazón, la soga al cuello.
Sin embargo atardece y pedimos empanadas.

Hay errores que se nos cobran en cuotas que sabemos nunca terminaremos de pagar. Tampoco nos atormenta; el destino de los deudores nos resulta la única posibilidad... y contra eso no hay psicoanálisis posible. Ni cancelación definitiva, ciertamente.

Se me escapa una sonrisa, porque en realidad estoy de buen humor. Puedo hacer las paces con algunas de mis peligrosísimas habilidades: poder hacer tanto tanto daño y hacerlo... como si fuera un accidente.