viernes, 14 de noviembre de 2008

Hazañas

Lo tenía en un frasquito, dentro de un cajón. A veces lo llevaba en un bolsillo. Junior, lo había bautizado. Era del tamaño de la uña de un dedo meñique masculino. Junior, el gusano.
Él lo había gestado en su omóplato, a pesar del dolor que implicaba hacerle de casa y comida.
Junior se hacía camino a mordiscones y Augusto se rascaba sin enteder demasiado, perplejo ante lo inaudito del huésped.
Una noche no soportó el dolor, y se lo advirtió: introdujo un alfiler en la herida, justo cuando Junior salía a respirar. Junior se apresuró al cálido interior, avanzando hacia el hombro derecho.
Al día siguiente Junior aceptó la derrota y se asomó a la superficie del hombre, enceguecido por la luz. La doctora lo capturó prestamente, y fue a dar a un frasquito en un cajón, como una especie de trofeo... como lo máximo que puede parir un hombre.

...

y poder decir, tranquila nomás, que ya no me importa.