jueves, 18 de octubre de 2007

Yo también quería una mantita y una pista de aterrizaje. Eso como para empezar a tener un lugar...
Pocas ambiciones las mías en un miércoles, algunas palabras más que otras noches y ya casi que tengo la forma del lenguaje. Pienso en que somos siervos del discurso, aunque más no sea bajo la forma del propio nombre...


(Nunca me gustó mi nombre).


Siervos... ¿Será por eso que en mi mesa de luz hay un reloj y un candado?
También estoy presa de los cigarrillos. ¿Será por eso que mi cama está tan seca?

El calefón estaba apagado.
Me felicité por haberlo descubierto antes de mañana 6.30 AM. Me río de que el fuego no encienda... ¿estaré psicotizándome? Digo, con esto de la metáfora y el síntoma, con esto de que me seco, no me enciendo, me río y me apasiono. Y me aprisiono.
Llega K, suerte para mí. Tenía que apretar más fuerte, dice... tenía que ponerle énfasis a la cuestión.
Me alisto para la cama seca. Previendo el desierto vuelvo a la cocina, a buscar paliativos. K había dejado el calefón con la compuerta abierta.

Ay, qué suerte que me avivé, no vaya a ser que me prenda fuego.


(Las cenizas no se encienden. No queda nada para quemar.)