sábado, 14 de abril de 2007

AJ!

En un extremo –que era el centro- de la cama, se sentaba semidesnudo a preparar los mejores porros. Elaboraba una gran hazaña, un cartucho de cita inexplicable. Por momentos, sin duda, lo amaba. Admiraba sus manos… la suavidad tajante de manos extrañamente transparentes. Y me tocaba como si no me tocara… como si no me quisiera tocar.

Al inicio no entendí lo que me habías dicho. Al principio no entendí lo que decías.

Digo, “que te ponés linda cuando decís lo que pensás” (que ponete linda que ponete linda que suponete linda –aunque no te crea nada-)

Había noches vacías, en la sombra de su presencia, que me ayudaba a dormir. A veces sus manos eran verdes y había muerto y sobrevivido hacía tiempo entre dioses. Cómo pesaba, cariño.

Me hacía cantarme una canción, para creerme eso de que él y yo podíamos estar juntos a veces. No puedo dejar de cantarla… y él tampoco.

Porque en realidad te gustaba desde antes. Y sólo tenía conmigo momentos tuyos sin mí. O no necesariamente conmigo. Que es, obligatoriamente lo mismo.

Eso era lo que más le aburría de mi. Lo de la ley. Tomaba mis párpados y les demandaba un curriculum, y hacía de cuenta que yo no existia.

I could be your toy. I could be your toy.

Y un día me contó que yo no existía. Y le creí. Y se fue. Y le creí que lo había dejado ir.