La puerta estaba abierta. Jugaban en el piso, sobre la alfombra. Se arrancaban pedacitos de piel con una gillette y se los comían. Se lamían las heridas y se reían del otro cuando lloraba. Se pintaban la cara con sangre e imitaban animales. Se mordían despacio.
Me acuerdo de cuando me dolía.
La puerta se cerró.